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El contexto y la cultura visual
Este es otro espacio o
sistema de la Cultura Visual que de una u otra forma incide en las experiencias
artísticas dentro del sistema[1], el cual conforma la producción, la
circulación y el consumo de los productos culturales. El desarrollo tecnológico
de los medios masivos de comunicación provocó una fuerte igualación cultural y
los discursos se mediatizan a través de los dispositivos transmitidos. De
hecho, en el pueblo más pequeño de nuestro país donde llegue la televisión por
cable, sus habitantes pueden estar viendo una programa de televisión producida
en Nueva York que se transmite a la misma hora en los televisores de todo el
mundo. De este modo, las personas van reconstruyendo sus interpretaciones sobre
el mundo en que viven, en relación con los códigos provistos por los medios de
comunicación. Sin embargo, en la plástica nacional de los años ochenta estas
fuerzas de la cultura de masas en algunos artistas posmodernos se desarrollan
en los centros que, a su vez, influyen años después a los artistas periféricos
y sus élites consumidoras.
Por otro lado, la masificación de la
cultura produce una separación creciente entre quienes producen y quienes
consumen los bienes culturales: una película la produce y la filma un grupo de
gente y es vista por millones de personas[2]. Esta masificación implica también
convertir al éxito en un criterio valorativo. Se juzga a los productos culturales
por la dimensión de su consumo: las listas de best-sellers, los libros más
vendidos, la lista de los top musicales, o de las películas más vistas, las
mediaciones de audiencias son formas de esta valoración. Desde ésta óptica, un
capital cultural[3] es considerado cuando cuenta con audiencia
reducida o una enorme cantidad de lectores o procesos recepción donde el valor
se basa en su significación más que en el valor económico. En el caso de las Artes Visuales un
producto que es valorado por su sentido a través de las intermediaciones
generan pautas de consumo, dictan principios del gusto[4] a las élites.
[1]
La anti- publicidad y el diseño de los años ochentas plantean formas
productivas que son importadas por los artistas visuales para sus creaciones,
puesto que generan salidas novedosas y contestatarias.
[2]
La teoría hipodérmica sostiene, basándose en la psicología conductista, que la
reacción de las audiencias masivas a los estímulos propocionados por los medios
de comunicación es una respuesta mecánica a un mensaje de estructura simple
pero que se posesiona en la mente del consumidor, y que por lo tanto este actúa
de manera automática, homogénea e incontrolable. El modelo que se aplica a los medios de comunicación es un
modelo binario que entiende que entre el acontecimiento y el ciudadano no hay
nada, es decir, que entre el emisor y el receptor no existe mediación. El
mensaje (como estímulo) se "inyecta" (de ahí el nombre de "hipodérmica")
en las capas subcutáneas, por así decirlo, del cuerpo social de forma casi
imperceptible; así, éste asume ese mensaje como propio y lo reproduce sin
reflexión, automáticamente. Los medios de comunicación tienen el papel de
emisores activos, mientras que los receptores son un ente absolutamente pasivo
y actúan de manera totalmente uniforme frente a los mensajes emitidos por los
medios. Hay una asimetría clara de roles entre emisor y receptor; para la
teoría hipodérmica, el flujo de los medios de comunicación es unidireccional,
por lo que se trata, estrictamente hablando, más de propaganda que de
comunicación. Sin embargo, la audiencias elitistas que consumen arte
contemporáneo responden a medios de comunicación seleccionados donde el bien es complejo por su conceptualización,
original, y privado.
[3]
Pierre Bourdieu introduce en el mapa categorial de la
sociedad contemporánea el concepto “capital cultural”, que va estableciendo una
capacidad de decisión y de poder crecientes en mayor número de instancias estatales
y de gobierno. Pero, a diferencia del capital económico, es igualmente cierto
que el capital cultural puede también adquirirse en la escuela y en las
instituciones de educación superior. Ver bibliografía.
[4]
Consultar la obra de Valeriano
Bozal. El gusto. Madrid: Visor, 1999
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