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La critica de arte en latinoamérica
Con la
democratización de la recepción estética que empieza a partir de la revolución
industrial y la consolidación de los Salones Franceses que establecen un
valoración detallada tanto de los méritos como de los defectos de una obra de
arte individual se empieza a desarrollar la crítica de arte. La proliferación
de exposiciones y la irrupción del público en el escenario artístico de la
Francia desde el siglo XVIII, hasta el papel de este intermediario en el
sistema galerístico y en el mercado del arte es una constante para explicar la
crítica de arte[1].
Con las
influencias de Europa y de París, principalmente, los poetas, historiadores,
cronistas, humanistas, gente de las letras en América, escriben y a emiten juicios en periódicos y
revistas sobre las obras que se muestran en las exposiciones, y manifiestan su
opinión sobre los acontecimientos artísticos contemporáneos a través de los
medios de comunicación propios del nuevo periodismo cultural que difunden la
imagen como noticia. En
Latinoamérica los periódicos de las grandes ciudades extienden las secciones literarias como espacios
de reflexión de la cultura y patrocinan los movimientos estéticos locales pero
siempre vinculados con las metrópolis.
José Martí es un
ejemplo de estos especialistas, quien desarrolló obra crítica desde el
periodismo y su discurso deviene desde el ámbito literario. Desde muy joven
ejerció la crítica en la Revista Universal de México. Sus reflexiones en esas
páginas mostraron la génesis y evolución de sus concepciones estéticas en el
ejercicio del criterio.
Desarrolló algunos
aportes al pensamiento crítico como las ideas del pensamiento humanista cubano
del siglo XIX aunadas a las corrientes revolucionarias de lo más progresista de
la conciencia social y humana de su época. Además que trató diversos temas de
la vida cotidiana. Ello le facilitó un despertar en el quehacer crítico de las
diferentes manifestaciones artísticas. Dígase en el teatro, en la música, en
las artes plásticas y en la literatura.
Era un narrador
de la historia cultural de Latinoamérica y del contexto mundial. En su prosa
hace un análisis detallado y preciso de los acontecimientos culturales,
artísticos y literarios con cierto nivel de agudeza, finura, firmeza y entrega
humanista. Pero sobre todo una evolución hacia el total rechazo de la
arbitrariedad crítica y del análisis estilístico superficial, en cierto
sentido.
Sin embargo, la
plasmación relativamente integral de ellas sólo se lograría en una etapa
posterior de su vida, en plena concordancia con el desarrollo de su pensamiento
político y filosófico.
Martí
consideraba que la critica no es censurar, sino un ejercicio de un criterio de
un pensamiento coherente que se relaciona con el sistema de las artes. En ese
sentido, desarrolló toda una gama de escritos a partir de 1887 y hasta su
muerte. Crónicas, ensayos y reportajes sobre teatro, música, danza, pintura y
poesía reflejaron por entonces un ejercicio crítico maduro sustentado en la
aplicación de un método sólidamente probado. El secreto de la obra crítica de
José Martí hay que buscarlo en su capacidad participativa dentro de cada obra.
Exteriorizar las leyes fundamentales que la rigen y las asperezas, triunfos y
añoranzas que sus autores deseaban manifestar. Así conoció y comprendió las
necesidades intrínsecas del proceso productivo del artista.
Sobre la crítica
pictórica se presenta como conocedor del lenguaje del color a través de la
esencia de los cuadros y en cierta medida los describía con sus propios
códigos. No era necesario verlos para comprender a través de su verbo el
sentido de éstos, pues comunicaba la calidad del lienzo que entraba por sus
ojos. Dos ejemplos fundamentales para comprender su labor es con la crítica que
realiza a los impresionistas franceses en Nueva York y a la obra de varios
pintores rusos[2]
En relación al
texto de la exposición de los Pintores Impresionistas fechado el 2 de julio de
1886 en Nueva Cork expresa unos criterios valiosos para la crítica donde
realiza una valoración de este grupo de artistas vanguardistas, sus fundamentos
técnicos como el uso de la luz, los desórdenes del color y la verdad de una
pintura que empieza a ser legitimada en los órdenes institucionales:
“Iremos
adonde va todo Nueva York, a la exhibición de los pintores impresionistas, que
se abrió de nuevo por demanda del público, atraído por la curiosidad que acá
inspira lo osado y extravagante, o subyugado talvez por el atrevimiento y el
brillo de los nuevos pintores. Cuesta trabajo abrirse paso por las salas
llenas: acá están todos, naturalistas e impresionistas, padres e hijos, Manet
con sus crudezas, Renoir con sus japonismos, Pizarro con sus brumas, Monet con
sus desbordamientos, Degás con sus tristezas y sus sombras”[3]
Resulta
sorprendente el dominio que José Martí evidenciaba al escribir de las temáticas
más disímiles. Así ocurría también cuando redactaba crónicas acerca de
conciertos, pues en ellas mostró conocimientos de los respectivos lenguajes
artísticos.
Martí no era un
técnico de la música, escribía de una manera impresionista, pero con un
lenguaje sensible y amable. Consideraba que la música era para ser disfrutada,
sentida e intuida, porque de lo contrario podía malograrse. La crítica
literaria fue una de las más favorecidas. Desde los tiempos de la Revista
Universal de México apreciamos su ejercicio al enjuiciar esta vertiente del
arte. Por entonces José Martí ya utilizaba conceptos modernos que lo alejaban
de criterios ortodoxos románticos y lo vinculaban con la literatura
finisecular. La crítica literaria martiana continuó su desarrollo hasta
representar la máxima expresión de este hacer en el ámbito nacional de su
tiempo. Martí enfocó de manera sagaz una ética nueva de la crítica artística.
Mostró el compromiso del arte con el interés público y la necesidad de llegar a
éste de la manera más profunda, rápida y sencilla. El hombre como parte de la
naturaleza necesita intercambiar con ella, pero también con la cultura, pues
esta última constituye medio de expresión de sus necesidades espirituales.
La crítica
martiana, en notable diferencia con la de su época, descubrió la necesidad de
transformar el estatus de la sociedad burguesa. Como resultado de ello se
caracterizó por poseer firme basamento metodológico y fina precisión
ideológica. Su discurso proclama entre sus constantes la prédica a favor de una
literatura y un arte genuinamente americanos, propios de nuestro ámbito
histórico. Y esto no fue casual porque José Martí no solo postuló, sino que
también vivió la americanidad. Recuérdese que se sintió como en su hogar en
cada uno de los países latinoamericanos donde se asentó durante su largo
exilio.
La necesidad de
crear un arte y literatura propiamente latinoamericanos se basa en manifestar
los sentimientos, sueños y realidades desde lo culto y lo popular como formas
de expresión de una identidad más justa y verdadera. Sin embargo, con ello no
dio la espalda a lo universal, ni perdió de vista lo nacional.Mencionaba que
era necesario nutrirse y enriquecer el alma de todas las culturas, avivar el
espíritu de la nuestra, enaltecer las tradiciones más autóctonas y fundirlas en
una sola para poder edificar una cultura integradora. Esta es la ética que
Martí nos lega en cada una de sus críticas artísticas y literarias sobre
diversos temas. La crítica de arte martiana también destacó la estrecha
relación entre los elementos formales y lo que algunos denominan de fondo o de
contenido. Muchos dicen que la crítica encierra en esquemas y reglas teóricas
el arte libre que se explica por sí solo, y no requiere de la posterior
deconstrucción de ningún especialista; otros que los críticos son perseguidores
del arte, especializados en renegar de su evolución y establecer rígidas
escuelas e “–ismos”.
Por otro lado,
encontramos a José Lezama Lima que escribió alguna vez sobre su deseo de que
existiera “una crítica que sea creadora, es decir, que engendre en el espectador
un acto naciente, un centro de simpatía irradiante... En esos islotes de lo
temporal expresivo, buscar la nueva especie que surge de lo logrado, pero no
como una entelequia, sino con sus mismas razones oscuras, aun con sus
frustraciones...”.
El autor de
“Paradiso” y del incompleto “Upiano Licario”, aboga por una crítica que se rija
por principios y no por reglas, una crítica que mire hacia el futuro y no hacia
el pasado, cargado como está de movimientos y estéticas que aguardan por ser
transcendidos por nuevos lenguajes; servir de basamento para acercarnos un poco
más a las estrellas.
Los principios
de esta crítica deben estar presididos por la frase martiana que reza: “...el
crítico ha de ser hombre de peso, capaz de fallar contra si propio”. El crítico
debe ser capaz de redimensionar sus criterios, siempre listos a girar hasta 360
grados junto a coyunturas y revoluciones culturales que lancen el arte hacia
dimensiones insospechadas.
El crítico,
además, debe ser una persona consciente del mundo que les rodea en las más
variadas facetas: política, económica, social, porque al fin y al cabo, el arte
es un modo de aprehensión de la realidad o de la subjetividad influida por el
medio de vida, generalmente. A partir de esta aptitud para asumir infinitas
visiones, y el conocimiento de los antecedentes culturales, el crítico debe
ejercer su opinión sobre una obra, artista o movimiento, con el mismo afán
creativo del objeto de su ejercicio de opinión. Pues la crítica es un acto
creativo, como decía Lezama, donde con labor de detective, el autor imbrica
pareceres y motivos para alcanzar a los artistas en sus sendas y colocarlos,
como actores sociales que son, en un tiempo y un espacio determinado.
El nunca trata
de demostrar que se es más listo que el artista o que se es capaz de
revolucionar el arte, pone al verdadero crítico al mismo nivel que el artista;
como dice Alejo Carpentier: “No creo que la crítica pueda ejercer una
influencia sobre la obra, puesto que la crítica se manifiesta a posteriori,
sobre lo hecho ya, cuando lo malo que pueda haber en un libro (o
cualquier obra de arte es algo absolutamente irremediable. En fin, que el
crítico y su arte: la crítica, permiten que el arte del artista, valga la
redundancia, amplifique su eco hacia el futuro, y sea referente para próximas
aprehensiones del mundo y la vida.
Otro
representante de la crítica de arte latinoamericana es Juan Acha quien la
concibe no como un trabajo aislado, sino como un fenómeno sociocultural que
amalgama a tres elementos inmersos en un proceso de creación: 1) la producción
o actividad de criticar; 2) el productor o crítico, y 3) el producto final o
texto crítico que se difunde a través de los medios de comunicación[4].
Luego de exponer esta concepción, el autor establece la estructura de las obras
de arte, es decir, sus componentes temáticos, estéticos y sistémicos o
artísticos, con el propósito de orientar al lector aficionado a las bellas
artes, acerca de lo que debe apreciar en ellas y cómo diferenciar lo estético
de lo artístico para realizar un consumo adecuado. Dedicado a estudiar las
distintas actividades del crítico de arte, analiza las operaciones sensoriales, sensitivas y mentales
que éste debe realizar mientras trabaja, y se señalan, en su pensamiento, las
dos condiciones sin las cuales no podría cumplir cabalmente con su oficio, a
saber: criticar públicamente los aspectos creativos, distributivos y
consuntivos de las obras de arte, y que éstas sean de reciente producción.
Enseguida, el autor describe las características y funciones del texto crítico
que se pretende publicar, subrayando la importancia de que el dictamen
realizado a una determinada obra de arte se fundamente en argumentaciones
válidas. Esto, asegura, es indispensable para que el receptor aprenda a
apreciar, interpretar y valorar lo artístico
Juan Acha aporta
una valiosa visión de la teoría y práctica de la crítica de arte. Su
exposición, actualizada y realista, es de gran utilidad para quienes desean
conocer y ejercer dicha actividad: artistas, estudiantes de carreras
relacionadas con el arte, aficionados a las bellas artes y periodistas.
El
autor explora los principales aspectos de esa importante labor, a la cual
define como un fenómeno sociocultural que refleja la realidad estética y
artística de nuestro tiempo. Asimismo, estudia la estructura de la obra, sus
componentes, funciones y valores, con el fin de establecer posibles nexos entre
la obra y su receptor.
También examina la principal tarea del crítico, que
consiste en analizar los aspectos productivos, distributivos y consuntivos de
las obras de arte recién creadas, así como difundir su crítica a través de un
texto público en un medio de comunicación social cuya función básica debe ser
la de proveer al lector de los elementos necesarios para aprender a percibir,
interpretar y valorar por sí mismo las obras de arte.
Por ello
—señala—, todo aquel juicio que emita un crítico ha de fincarse en razones
válidas, ya que sin este requisito su trabajo sólo parecerá un simple
comentario y no una verdadera crítica.
En fin, Acha crea polémica en torno a si
la crítica es un derivado de la literatura, una ciencia social o puede
desempeñar ambos roles por separado al hacer evidente que la crítica entra
dentro de una selección de distintos géneros, objetivos y metodologías de
aproximación al fenómeno del arte.
Empezaremos por
la delimitación del texto del Periodismo cultural que nos marca la
imposibilidad de ser abordado desde una sola perspectiva. Involucra y excluye a
los géneros y productos del campo periodístico produciéndose una constante
pendulación entre los términos "periodismo" y "cultura".
La problemática
inicial estaría centrada en ver cuál es el concepto de cultura que está detrás
del llamado periodismo cultural. Sabemos que el término "cultura"[5]
fue abordado desde diferentes disciplinas y posturas ideológicas. Sin embargo,
hay dos concepciones básicas que hemos de tener en cuenta en un primer momento.
Una concepción, que proviene de la Ilustración y que generalmente es aplicada a
un grupo de personas que detentan el "saber" y el "buen
gusto", esta posición califica positiva o negativamente, divide los grupos
en "cultos" o "incultos", despreciando la capacidad de
todos los sujetos para hacer cultura. Otra, más amplia e integradora se
sostiene por los aportes de la antropología cultural.
Aunque considerando las
diferentes variables, estas definiciones nos llevarían a pensar que el
periodismo cultural necesariamente debería abarcar todas las gamas; o bien
considerar que todo periodismo es un fenómeno "cultural" por sus
orígenes, objetivos y procedimientos. Sin embargo, en un sentido más
restrictivo los productos que se dicen a sí mismos culturales o que por su modo
de producción, circulación y recepción fueron reconocidos históricamente en esa
franja, responden más a una concepción de cultura ilustrada, letrada y elitista
restringida al campo de las "bellas letras" y "las bellas artes[6]".
Jorge Rivera,
periodista e investigador argentino, dice del "periodismo cultural"
que:
"...
es una zona compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan
con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos
de las "bellas artes", "las bellas letras", las corrientes
del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y
muchos otros aspectos que tienen que ver con la producción, circulación y
consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación
estamental"[7].
La ambigüedad de
las definiciones nos plantea una problemática de complejidad del término que no
posee un campo delimitado en los géneros periodísticos. Se constituye en esa
"zona heterogénea" donde coexisten los textos de naturaleza
informativa periodística con lo literario, el ensayo y la crítica en última
instancia, siendo además el espacio de legitimación para cada uno de los
géneros abordados.
Por ejemplo
tenemos los suplementos culturales semanales ("Viva", "Aldea
Global”...) que evidencian dos tratamientos distintos de abordar el concepto de
la cultura: uno aferrado a una actualidad, el del día a día, más cercano al
público en general y con una visión más mercantilista de la cultura, y otro más
reposado, profundo y dirigido a un público más preparado y minoritario; el
primero utiliza el género de la noticia, la crónica y el reportaje y entrevista
corto, mientras que el segundo, en general, suele basarse en el ensayo, el
reportaje y la entrevista de fondo, mostrando productos culturales con una
visión -al menos de contenido- más extensa y crítica.
Los medios, como
apuntábamos, ejercen una acción cultural, aunque ésta puede ser entendida como
de servicios o de creación: por una parte, muestran, aproximan e invitan a la
reflexión de los lectores sobre las obras difundidas o las exhibiciones de
artes visuales o diseño; por otro, sirven también para su misma promoción e
incluso compra de los mismos productos que tratan.
Para el
periodista Jorge B. Rivera, experto en periodismo cultural, en el ámbito
teórico apunta:
"el
periodismo cultural corre los mismos riesgos que la alta costura e incluso el
prêt-a-porter, especialmente porque con frecuencia lo dominan los influjos de
la moda. Un periodismo que se predica a sí mismo como más estable y permanente
que su par de las efímeras "informaciones generales", termina
pareciendo tan rancio y anacrónico como éste al cabo de poco tiempo. La tarea
de la cultura consiste en producir tanto saber especializado como espontáneo y
difuso, y citando a Umberto Eco en La estrategia de la ilusión "una
cultura que no origina modas es una cultura estática"[8].
Los contenidos
de las secciones, así como sus referentes, son tratados como "productos
culturales"; expresan ideas, valores, actitudes y creatividad artística y
ofrecen entretenimiento, información o análisis sobre el presente, el pasado
(historiografía) o el futuro (prospectiva, intuición, probabilidad), ya tengan
un origen popular (como la artesanía o ciertas costumbres), sean productos
masivos o aquellos propios de públicos más elitizados (poesía, pintura...). El
producto cultural se consume y se distingue del bien cultural -quizás menos
tratado en general en las secciones de prensa- que se vincula con la noción de
un patrimonio personal o colectivo que no podría ser cambiado por moneda.
Las secciones
culturales muestran también otros hechos que apuntan hacia su sentido,
orientación y objetivos mercantilistas o materialistas, como la promoción de
artistas patrocinados por ciertas galerías y museos y el tipo de publicidad que
se paga coincidente con la mayor cobertura de ciertos temas o actos sociales y
culturales. Sin embargo, la crítica que vamos analizar profundiza no
necesariamente el aspecto mercantil de la información sino los niveles
discursivos, los aspectos ideológicos y contextuales de los componentes del
sistema del arte de ese momento histórico.
“En
este contexto el tratamiento de la cultura presenta el carácter mercantil y
materialista más próximo al concepto de cultura universal francés que al de la
cultura como expresión espiritual germana. Los "productos culturales"
son en muchos casos productos propios de la cultura de masas y de la misma
globalización cultural. Desde el punto de vista de las formas culturales
tradicionales, se observa claramente una uniformidad de la sensibilidad. En la
mayoría de ocasiones no se busca un cultivo del espíritu como se consideraba en
la Alemania del XIX ("kultur") sino más bien un entretenimiento, una
ocupación para ratos de ocio, primando la visión materialista de la cultura
frente a la idealista”[9].
Creemos que no
podemos reducir el término cultura -con su complejidad y diversidad- a las dos
concepciones antes mencionadas, sin tener en cuenta los aportes al respecto de
la sociología y la semiótica y la conjunción de ambas en ese espacio plural,
dialógico y bastante indeterminado que se denomina "sociosemiótica" y
que da en la actualidad las pautas para el estudio de los textos, los discursos
y el cruce de ambos; o sea, el amplio campo de la discursividad.
Entre estas
concepciones aparece fuertemente la utilización de "texto". Juri
Lotman, hizo aportes importantes a una semiótica de la cultura, y
metodológicamente fundamental para el estudio de los textos periodísticos. Este
autor señala:
"La
cultura en su totalidad puede ser considerada como un texto. Pero es
extraordinariamente importante subrayar que es un texto complejamente
organizado, que se descompone en una jerarquía de 'textos en los textos' y que
forma complejas entretejeduras de textos. Puesto que la propia palabra
"texto" encierra en su etimología el significado de entretejedura,
podemos decir que mediante esa interpretación le devolvemos al concepto
"texto" su significado original"[10]
El concepto de
texto está empleado de manera plurisémica, permite diferentes lecturas y tiene
un carácter fundamentalmente abierto. Otra concepción teórica a tener en cuenta
y que proviene en gran medida de la idea abierta de texto es la teoría de la
"intertextualidad", acuñada por Julia Kristeva[11],
con una notable incorporación de algunos presupuestos de Juri Lotman y de la
estética bajtiniana[12]. La noción
de intertextualidad se inscribe dentro de una concepción dinámica del texto,
entendido éste como designación de una estructura comunicativa entre
interlocutores, definible más allá de su forma lingüística, por una
determinación social, la que ingresa al texto en forma de múltiples códigos en
el contexto de la semiosfera.
Estas
perspectivas nos plantean la necesidad de considerar las "prácticas
significantes" y la "construcción social del sentido" como
partes constitutivas de la cultura en tanto fenómeno dinámico, que debe ser
considerado desde las relaciones discursivas que se producen en un momento
histórico dado y en determinada conformación social, donde, por consiguiente el
contexto tiene una importancia fundamental para poder leer su sentido. Estas
aproximaciones nos llevan a pensar la cultura como una forma de comunicación en
tanto tejido extendido con varias redes concurrentes y multiplicidad de
interacciones.
"Cualquier
aspecto de la cultura se convierte en una unidad semántica -significados que
los hombres se van comunicando paulatinamente-, tanto más compleja cuanto más
se complejiza la vida social"[13]
Esta perspectiva
dinámica considera para su estudio a la "teoría del polisistema" o
“sistema literario” [14]que
plantea en grandes rasgos, la cultura como una estructura abierta, y uno de sus
aspectos fundamentales es el dinamismo sistémico: El consumidor puede "consumir" un producto producido por un productor,
pero para que se genere el "producto" (el "texto de la
crítica”", por ejemplo), debe existir un repertorio común, cuya posibilidad de uso está determinada por una
cierta institución. Debe existir un mercado en que éste bien pueda
transmitirse a través de la libertad del consumo o interpretación fuera de las
lecturas talmúdicas donde se tenía que entender hasta el modo de interpretación
del interprete de los secretos del texto.
[1]
Furio Vincec, Sociología del Arte. Editorial Cátedra. Pág 308.
[2]
Martí, José. Obras Completas.Editorial Tomo 19. Pág.
[3]
Ibid.Pág: 301.
[4]
Juan Acha. Crítica de Arte. Pág: 10-30
[5]
El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del
estudio de la sociedad, en especial para la antropología y la sociología. Los
orígenes del término se encuentran en una metáfora entre la práctica de alguna
actividad (por ejemplo, el cultivo de la tierra, que es la agricultura) con el
‘cultivo’ del espíritu humano, de las facultades intelectuales del individuo.
En esta acepción se conserva aún en el lenguaje cotidiano, cuando se identifica
cultura con erudición. De esta suerte, una persona "culta" es aquella
que posee grandes conocimientos en las más variadas regiones del conocimiento.
La UNESCO, en 1982, declaró
...que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí
mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos,
racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos
los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma
conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en
cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones,
y crea obras que lo trascienden..Aunque muchas de las concepciones sobre
cultura en el lenguaje común tienen su otigen en el debate de las ciencias
sociales, o bien, existieron primero en el habla cotidiana y luego fueron
retomadas por las segundas; aquí se presenta un repaso sobre la construcción
histórica del concepto de cultura en las disciplinas sociales. UNESCO, 1982:
Declaración de México
[6]
En la acepción común, que es la que recoge la Real
Academia Española, Bellas Artes serían aquellas artes que tendrían por objeto
expresar la belleza basadas en la
unidad, la simetría y la proporción. Los griegos antiguos dividían las artes en
superiores y menores, siendo las primeras aquellas que permitían gozar las
obras por medio de los sentidos superiores, vista y oído, con los que no hace
falta entrar en contacto físico con el objeto observado. Las Bellas Artes eran
seis: arquitectura, escultura, pintura, música, declamación y danza. La
declamación incluye la poesía y, con la música se incluye el teatro.Esa es la
razón por la que el cine es llamado a menudo, hoy, el séptimo Arte. Las artes
menores, llamadas ahora Diseño,en cierta forma, según ello, serían las que
impresionan a los sentidos menores, gusto, olfato y tacto, con los que es
necesario entrar en contacto con el objeto: gastronomía, perfumería y algo que
podríamos llamar cariciería, nombre que si bien suena un poco raro, se
manifestaría en la sensación experimentada por toda persona en el momento de
tocar un objeto con una superficie especialmente agradable. Las bellas artes
eran: Música como movimiento organizado de sonidos a través de un espacio de
tiempo.Danza como movimientos corporales rítmicos que acompañados generalmente
de música sirven como vehículo de comunicación y expresión. Declamación como el
arte consistente en el ejercicio de la retórica y la recitación.Pintura como el
arte de plasmar sobre una superficie motivos de naturaleza muy diversa,
normalmente mediante pigmentos diluidos. Escultura como el arte de crear formas
en el espacio, tanto exentas como en relieve. Arquitectura como arte o ciencia
de proyectar y construir edificios perdurables en el tiempo que cumplan una
función y provoquen placer estético. A pesar de que la palabra arte haya
variado su significado numerosísimas veces desde que se asoció a ella la
belleza, hoy en día 'Bellas Artes' sigue siendo una expresión muy común. Como
ejemplo, ese es el nombre que se le suele dar en muchos países a los estudios
superiores en artes plásticas.Real Academia Española,Diccionario de la lengua
española.Edición 22,Colombia: Espasa.
[7]
Rivera, Jorge B.: El periodismo cultural.pág.10-35.
[8]
Rivera, Jorge B: Op. Cit. Pág 10-40
[9]
Tubau, Iván: Teoría y práctica del periodismo cultural, ATE, Barcelona, 1982.
[10]
Lotman, Juri M. "El texto en el texto" en Criterios: estudios de
teoría de la literatura y las artes, estética y culturología. La Habana, Cuba,
1993.
[11]
Investigadora búlgara radicada en Francia. En la década del 60 realizó las
primeras interpretaciones de la obra de Bajtín, desconocido hasta el momento en
Francia.
[12]
Ver Mijail Bajtín, teórico ruso contemporáneo de los formalistas. Estética de
la creación verbal. Ed. Siglo XXI, México, 1982.
[13]
Barei, Silvia: De la escritura y sus fronteras. Alción Editora. Córdoba, 1991.
[14]
Teoría traducida y desarrollada por Even Zohar (Tel Aviv, 79) y de
investigadores de la escuela de Lovaina, especialmente Lambert y Vlasselers.
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