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La critica de arte en latinoamérica

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La critica de arte en latinoamérica

Con la democratización de la recepción estética que empieza a partir de la revolución industrial y la consolidación de los Salones Franceses que establecen un valoración detallada tanto de los méritos como de los defectos de una obra de arte individual se empieza a desarrollar la crítica de arte. La proliferación de exposiciones y la irrupción del público en el escenario artístico de la Francia desde el siglo XVIII, hasta el papel de este intermediario en el sistema galerístico y en el mercado del arte es una constante para explicar la crítica de arte[1].
Con las influencias de Europa y de París, principalmente, los poetas, historiadores, cronistas, humanistas, gente de las letras en América, escriben  y a emiten juicios en periódicos y revistas sobre las obras que se muestran en las exposiciones, y manifiestan su opinión sobre los acontecimientos artísticos contemporáneos a través de los medios de comunicación propios del nuevo periodismo cultural que difunden la imagen como noticia.  En Latinoamérica los periódicos de las grandes ciudades extienden  las secciones literarias como espacios de reflexión de la cultura y patrocinan los movimientos estéticos locales pero siempre vinculados con las metrópolis.
José Martí es un ejemplo de estos especialistas, quien desarrolló obra crítica desde el periodismo y su discurso deviene desde el ámbito literario. Desde muy joven ejerció la crítica en la Revista Universal de México. Sus reflexiones en esas páginas mostraron la génesis y evolución de sus concepciones estéticas en el ejercicio del criterio.
Desarrolló algunos aportes al pensamiento crítico como las ideas del pensamiento humanista cubano del siglo XIX aunadas a las corrientes revolucionarias de lo más progresista de la conciencia social y humana de su época. Además que trató diversos temas de la vida cotidiana. Ello le facilitó un despertar en el quehacer crítico de las diferentes manifestaciones artísticas. Dígase en el teatro, en la música, en las artes plásticas y en la literatura.
Era un narrador de la historia cultural de Latinoamérica y del contexto mundial. En su prosa hace un análisis detallado y preciso de los acontecimientos culturales, artísticos y literarios con cierto nivel de agudeza, finura, firmeza y entrega humanista. Pero sobre todo una evolución hacia el total rechazo de la arbitrariedad crítica y del análisis estilístico superficial, en cierto sentido.
Sin embargo, la plasmación relativamente integral de ellas sólo se lograría en una etapa posterior de su vida, en plena concordancia con el desarrollo de su pensamiento político y filosófico.
Martí consideraba que la critica no es censurar, sino un ejercicio de un criterio de un pensamiento coherente que se relaciona con el sistema de las artes. En ese sentido, desarrolló toda una gama de escritos a partir de 1887 y hasta su muerte. Crónicas, ensayos y reportajes sobre teatro, música, danza, pintura y poesía reflejaron por entonces un ejercicio crítico maduro sustentado en la aplicación de un método sólidamente probado. El secreto de la obra crítica de José Martí hay que buscarlo en su capacidad participativa dentro de cada obra. Exteriorizar las leyes fundamentales que la rigen y las asperezas, triunfos y añoranzas que sus autores deseaban manifestar. Así conoció y comprendió las necesidades intrínsecas del proceso productivo del artista.
Sobre la crítica pictórica se presenta como conocedor del lenguaje del color a través de la esencia de los cuadros y en cierta medida los describía con sus propios códigos. No era necesario verlos para comprender a través de su verbo el sentido de éstos, pues comunicaba la calidad del lienzo que entraba por sus ojos. Dos ejemplos fundamentales para comprender su labor es con la crítica que realiza a los impresionistas franceses en Nueva York y a la obra de varios pintores rusos[2]
En relación al texto de la exposición de los Pintores Impresionistas fechado el 2 de julio de 1886 en Nueva Cork expresa unos criterios valiosos para la crítica donde realiza una valoración de este grupo de artistas vanguardistas, sus fundamentos técnicos como el uso de la luz, los desórdenes del color y la verdad de una pintura que empieza a ser legitimada en los órdenes institucionales:
“Iremos adonde va todo Nueva York, a la exhibición de los pintores impresionistas, que se abrió de nuevo por demanda del público, atraído por la curiosidad que acá inspira lo osado y extravagante, o subyugado talvez por el atrevimiento y el brillo de los nuevos pintores. Cuesta trabajo abrirse paso por las salas llenas: acá están todos, naturalistas e impresionistas, padres e hijos, Manet con sus crudezas, Renoir con sus japonismos, Pizarro con sus brumas, Monet con sus desbordamientos, Degás con sus tristezas y sus sombras”[3]

Resulta sorprendente el dominio que José Martí evidenciaba al escribir de las temáticas más disímiles. Así ocurría también cuando redactaba crónicas acerca de conciertos, pues en ellas mostró conocimientos de los respectivos lenguajes artísticos.
Martí no era un técnico de la música, escribía de una manera impresionista, pero con un lenguaje sensible y amable. Consideraba que la música era para ser disfrutada, sentida e intuida, porque de lo contrario podía malograrse. La crítica literaria fue una de las más favorecidas. Desde los tiempos de la Revista Universal de México apreciamos su ejercicio al enjuiciar esta vertiente del arte. Por entonces José Martí ya utilizaba conceptos modernos que lo alejaban de criterios ortodoxos románticos y lo vinculaban con la literatura finisecular. La crítica literaria martiana continuó su desarrollo hasta representar la máxima expresión de este hacer en el ámbito nacional de su tiempo. Martí enfocó de manera sagaz una ética nueva de la crítica artística. Mostró el compromiso del arte con el interés público y la necesidad de llegar a éste de la manera más profunda, rápida y sencilla. El hombre como parte de la naturaleza necesita intercambiar con ella, pero también con la cultura, pues esta última constituye medio de expresión de sus necesidades espirituales.
La crítica martiana, en notable diferencia con la de su época, descubrió la necesidad de transformar el estatus de la sociedad burguesa. Como resultado de ello se caracterizó por poseer firme basamento metodológico y fina precisión ideológica. Su discurso proclama entre sus constantes la prédica a favor de una literatura y un arte genuinamente americanos, propios de nuestro ámbito histórico. Y esto no fue casual porque José Martí no solo postuló, sino que también vivió la americanidad. Recuérdese que se sintió como en su hogar en cada uno de los países latinoamericanos donde se asentó durante su largo exilio.
La necesidad de crear un arte y literatura propiamente latinoamericanos se basa en manifestar los sentimientos, sueños y realidades desde lo culto y lo popular como formas de expresión de una identidad más justa y verdadera. Sin embargo, con ello no dio la espalda a lo universal, ni perdió de vista lo nacional.Mencionaba que era necesario nutrirse y enriquecer el alma de todas las culturas, avivar el espíritu de la nuestra, enaltecer las tradiciones más autóctonas y fundirlas en una sola para poder edificar una cultura integradora. Esta es la ética que Martí nos lega en cada una de sus críticas artísticas y literarias sobre diversos temas. La crítica de arte martiana también destacó la estrecha relación entre los elementos formales y lo que algunos denominan de fondo o de contenido. Muchos dicen que la crítica encierra en esquemas y reglas teóricas el arte libre que se explica por sí solo, y no requiere de la posterior deconstrucción de ningún especialista; otros que los críticos son perseguidores del arte, especializados en renegar de su evolución y establecer rígidas escuelas e “–ismos”.
Por otro lado, encontramos a José Lezama Lima que escribió alguna vez sobre su deseo de que existiera “una crítica que sea creadora, es decir, que engendre en el espectador un acto naciente, un centro de simpatía irradiante... En esos islotes de lo temporal expresivo, buscar la nueva especie que surge de lo logrado, pero no como una entelequia, sino con sus mismas razones oscuras, aun con sus frustraciones...”.
El autor de “Paradiso” y del incompleto “Upiano Licario”, aboga por una crítica que se rija por principios y no por reglas, una crítica que mire hacia el futuro y no hacia el pasado, cargado como está de movimientos y estéticas que aguardan por ser transcendidos por nuevos lenguajes; servir de basamento para acercarnos un poco más a las estrellas.
Los principios de esta crítica deben estar presididos por la frase martiana que reza: “...el crítico ha de ser hombre de peso, capaz de fallar contra si propio”. El crítico debe ser capaz de redimensionar sus criterios, siempre listos a girar hasta 360 grados junto a coyunturas y revoluciones culturales que lancen el arte hacia dimensiones insospechadas.
El crítico, además, debe ser una persona consciente del mundo que les rodea en las más variadas facetas: política, económica, social, porque al fin y al cabo, el arte es un modo de aprehensión de la realidad o de la subjetividad influida por el medio de vida, generalmente. A partir de esta aptitud para asumir infinitas visiones, y el conocimiento de los antecedentes culturales, el crítico debe ejercer su opinión sobre una obra, artista o movimiento, con el mismo afán creativo del objeto de su ejercicio de opinión. Pues la crítica es un acto creativo, como decía Lezama, donde con labor de detective, el autor imbrica pareceres y motivos para alcanzar a los artistas en sus sendas y colocarlos, como actores sociales que son, en un tiempo y un espacio determinado.
El nunca trata de demostrar que se es más listo que el artista o que se es capaz de revolucionar el arte, pone al verdadero crítico al mismo nivel que el artista; como dice Alejo Carpentier: “No creo que la crítica pueda ejercer una influencia sobre la obra, puesto que la crítica se manifiesta a posteriori, sobre lo hecho ya, cuando lo  malo que pueda haber en un libro (o cualquier obra de arte es algo absolutamente irremediable. En fin, que el crítico y su arte: la crítica, permiten que el arte del artista, valga la redundancia, amplifique su eco hacia el futuro, y sea referente para próximas aprehensiones del mundo y la vida.
 Otro representante de la crítica de arte latinoamericana es Juan Acha quien la concibe no como un trabajo aislado, sino como un fenómeno sociocultural que amalgama a tres elementos inmersos en un proceso de creación: 1) la producción o actividad de criticar; 2) el productor o crítico, y 3) el producto final o texto crítico que se difunde a través de los medios de comunicación[4]. Luego de exponer esta concepción, el autor establece la estructura de las obras de arte, es decir, sus componentes temáticos, estéticos y sistémicos o artísticos, con el propósito de orientar al lector aficionado a las bellas artes, acerca de lo que debe apreciar en ellas y cómo diferenciar lo estético de lo artístico para realizar un consumo adecuado. Dedicado a estudiar las distintas actividades del crítico de arte,  analiza las operaciones sensoriales, sensitivas y mentales que éste debe realizar mientras trabaja, y se señalan, en su pensamiento, las dos condiciones sin las cuales no podría cumplir cabalmente con su oficio, a saber: criticar públicamente los aspectos creativos, distributivos y consuntivos de las obras de arte, y que éstas sean de reciente producción. Enseguida, el autor describe las características y funciones del texto crítico que se pretende publicar, subrayando la importancia de que el dictamen realizado a una determinada obra de arte se fundamente en argumentaciones válidas. Esto, asegura, es indispensable para que el receptor aprenda a apreciar, interpretar y valorar lo artístico
Juan Acha aporta una valiosa visión de la teoría y práctica de la crítica de arte. Su exposición, actualizada y realista, es de gran utilidad para quienes desean conocer y ejercer dicha actividad: artistas, estudiantes de carreras relacionadas con el arte, aficionados a las bellas artes y periodistas.
El autor explora los principales aspectos de esa importante labor, a la cual define como un fenómeno sociocultural que refleja la realidad estética y artística de nuestro tiempo. Asimismo, estudia la estructura de la obra, sus componentes, funciones y valores, con el fin de establecer posibles nexos entre la obra y su receptor.
También examina la principal tarea del crítico, que consiste en analizar los aspectos productivos, distributivos y consuntivos de las obras de arte recién creadas, así como difundir su crítica a través de un texto público en un medio de comunicación social cuya función básica debe ser la de proveer al lector de los elementos necesarios para aprender a percibir, interpretar y valorar por sí mismo las obras de arte.
Por ello —señala—, todo aquel juicio que emita un crítico ha de fincarse en razones válidas, ya que sin este requisito su trabajo sólo parecerá un simple comentario y no una verdadera crítica.
En fin, Acha crea polémica en torno a si la crítica es un derivado de la literatura, una ciencia social o puede desempeñar ambos roles por separado al hacer evidente que la crítica entra dentro de una selección de distintos géneros, objetivos y metodologías de aproximación al fenómeno del arte.
Empezaremos por la delimitación del texto del Periodismo cultural que nos marca la imposibilidad de ser abordado desde una sola perspectiva. Involucra y excluye a los géneros y productos del campo periodístico produciéndose una constante pendulación entre los términos "periodismo" y "cultura".
La problemática inicial estaría centrada en ver cuál es el concepto de cultura que está detrás del llamado periodismo cultural. Sabemos que el término "cultura"[5] fue abordado desde diferentes disciplinas y posturas ideológicas. Sin embargo, hay dos concepciones básicas que hemos de tener en cuenta en un primer momento. Una concepción, que proviene de la Ilustración y que generalmente es aplicada a un grupo de personas que detentan el "saber" y el "buen gusto", esta posición califica positiva o negativamente, divide los grupos en "cultos" o "incultos", despreciando la capacidad de todos los sujetos para hacer cultura. Otra, más amplia e integradora se sostiene por los aportes de la antropología cultural.
Aunque considerando las diferentes variables, estas definiciones nos llevarían a pensar que el periodismo cultural necesariamente debería abarcar todas las gamas; o bien considerar que todo periodismo es un fenómeno "cultural" por sus orígenes, objetivos y procedimientos. Sin embargo, en un sentido más restrictivo los productos que se dicen a sí mismos culturales o que por su modo de producción, circulación y recepción fueron reconocidos históricamente en esa franja, responden más a una concepción de cultura ilustrada, letrada y elitista restringida al campo de las "bellas letras" y "las bellas artes[6]".

Jorge Rivera, periodista e investigador argentino, dice del "periodismo cultural" que:
"... es una zona compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propósitos creativos, críticos, reproductivos o divulgatorios los terrenos de las "bellas artes", "las bellas letras", las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y muchos otros aspectos que tienen que ver con la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, sin importar su origen o destinación estamental"[7].
La ambigüedad de las definiciones nos plantea una problemática de complejidad del término que no posee un campo delimitado en los géneros periodísticos. Se constituye en esa "zona heterogénea" donde coexisten los textos de naturaleza informativa periodística con lo literario, el ensayo y la crítica en última instancia, siendo además el espacio de legitimación para cada uno de los géneros abordados.
Por ejemplo tenemos los suplementos culturales semanales ("Viva", "Aldea Global”...) que evidencian dos tratamientos distintos de abordar el concepto de la cultura: uno aferrado a una actualidad, el del día a día, más cercano al público en general y con una visión más mercantilista de la cultura, y otro más reposado, profundo y dirigido a un público más preparado y minoritario; el primero utiliza el género de la noticia, la crónica y el reportaje y entrevista corto, mientras que el segundo, en general, suele basarse en el ensayo, el reportaje y la entrevista de fondo, mostrando productos culturales con una visión -al menos de contenido- más extensa y crítica.
Los medios, como apuntábamos, ejercen una acción cultural, aunque ésta puede ser entendida como de servicios o de creación: por una parte, muestran, aproximan e invitan a la reflexión de los lectores sobre las obras difundidas o las exhibiciones de artes visuales o diseño; por otro, sirven también para su misma promoción e incluso compra de los mismos productos que tratan.
Para el periodista Jorge B. Rivera, experto en periodismo cultural, en el ámbito teórico apunta:
"el periodismo cultural corre los mismos riesgos que la alta costura e incluso el prêt-a-porter, especialmente porque con frecuencia lo dominan los influjos de la moda. Un periodismo que se predica a sí mismo como más estable y permanente que su par de las efímeras "informaciones generales", termina pareciendo tan rancio y anacrónico como éste al cabo de poco tiempo. La tarea de la cultura consiste en producir tanto saber especializado como espontáneo y difuso, y citando a Umberto Eco en La estrategia de la ilusión "una cultura que no origina modas es una cultura estática"[8].
Los contenidos de las secciones, así como sus referentes, son tratados como "productos culturales"; expresan ideas, valores, actitudes y creatividad artística y ofrecen entretenimiento, información o análisis sobre el presente, el pasado (historiografía) o el futuro (prospectiva, intuición, probabilidad), ya tengan un origen popular (como la artesanía o ciertas costumbres), sean productos masivos o aquellos propios de públicos más elitizados (poesía, pintura...). El producto cultural se consume y se distingue del bien cultural -quizás menos tratado en general en las secciones de prensa- que se vincula con la noción de un patrimonio personal o colectivo que no podría ser cambiado por moneda.
Las secciones culturales muestran también otros hechos que apuntan hacia su sentido, orientación y objetivos mercantilistas o materialistas, como la promoción de artistas patrocinados por ciertas galerías y museos y el tipo de publicidad que se paga coincidente con la mayor cobertura de ciertos temas o actos sociales y culturales. Sin embargo, la crítica que vamos analizar profundiza no necesariamente el aspecto mercantil de la información sino los niveles discursivos, los aspectos ideológicos y contextuales de los componentes del sistema del arte de ese momento histórico.
“En este contexto el tratamiento de la cultura presenta el carácter mercantil y materialista más próximo al concepto de cultura universal francés que al de la cultura como expresión espiritual germana. Los "productos culturales" son en muchos casos productos propios de la cultura de masas y de la misma globalización cultural. Desde el punto de vista de las formas culturales tradicionales, se observa claramente una uniformidad de la sensibilidad. En la mayoría de ocasiones no se busca un cultivo del espíritu como se consideraba en la Alemania del XIX ("kultur") sino más bien un entretenimiento, una ocupación para ratos de ocio, primando la visión materialista de la cultura frente a la idealista”[9].
Creemos que no podemos reducir el término cultura -con su complejidad y diversidad- a las dos concepciones antes mencionadas, sin tener en cuenta los aportes al respecto de la sociología y la semiótica y la conjunción de ambas en ese espacio plural, dialógico y bastante indeterminado que se denomina "sociosemiótica" y que da en la actualidad las pautas para el estudio de los textos, los discursos y el cruce de ambos; o sea, el amplio campo de la discursividad.
Entre estas concepciones aparece fuertemente la utilización de "texto". Juri Lotman, hizo aportes importantes a una semiótica de la cultura, y metodológicamente fundamental para el estudio de los textos periodísticos. Este autor señala:
"La cultura en su totalidad puede ser considerada como un texto. Pero es extraordinariamente importante subrayar que es un texto complejamente organizado, que se descompone en una jerarquía de 'textos en los textos' y que forma complejas entretejeduras de textos. Puesto que la propia palabra "texto" encierra en su etimología el significado de entretejedura, podemos decir que mediante esa interpretación le devolvemos al concepto "texto" su significado original"[10]
El concepto de texto está empleado de manera plurisémica, permite diferentes lecturas y tiene un carácter fundamentalmente abierto. Otra concepción teórica a tener en cuenta y que proviene en gran medida de la idea abierta de texto es la teoría de la "intertextualidad", acuñada por Julia Kristeva[11], con una notable incorporación de algunos presupuestos de Juri Lotman y de la estética bajtiniana[12]. La noción de intertextualidad se inscribe dentro de una concepción dinámica del texto, entendido éste como designación de una estructura comunicativa entre interlocutores, definible más allá de su forma lingüística, por una determinación social, la que ingresa al texto en forma de múltiples códigos en el contexto de la semiosfera.
Estas perspectivas nos plantean la necesidad de considerar las "prácticas significantes" y la "construcción social del sentido" como partes constitutivas de la cultura en tanto fenómeno dinámico, que debe ser considerado desde las relaciones discursivas que se producen en un momento histórico dado y en determinada conformación social, donde, por consiguiente el contexto tiene una importancia fundamental para poder leer su sentido. Estas aproximaciones nos llevan a pensar la cultura como una forma de comunicación en tanto tejido extendido con varias redes concurrentes y multiplicidad de interacciones.
"Cualquier aspecto de la cultura se convierte en una unidad semántica -significados que los hombres se van comunicando paulatinamente-, tanto más compleja cuanto más se complejiza la vida social"[13]
Esta perspectiva dinámica considera para su estudio a la "teoría del polisistema" o “sistema literario”  [14]que plantea en grandes rasgos, la cultura como una estructura abierta, y uno de sus aspectos fundamentales es el dinamismo sistémico: El consumidor puede "consumir" un producto producido por un productor, pero para que se genere el "producto" (el "texto de la crítica”", por ejemplo), debe existir un repertorio común, cuya posibilidad de uso está determinada por una cierta institución. Debe existir un mercado en que éste bien pueda transmitirse a través de la libertad del consumo o interpretación fuera de las lecturas talmúdicas donde se tenía que entender hasta el modo de interpretación del interprete de los secretos del texto.


[1] Furio Vincec, Sociología del Arte. Editorial Cátedra. Pág 308.
[2] Martí, José. Obras Completas.Editorial Tomo 19. Pág.
[3] Ibid.Pág: 301.
[4] Juan Acha. Crítica de Arte. Pág: 10-30
[5] El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del estudio de la sociedad, en especial para la antropología y la sociología. Los orígenes del término se encuentran en una metáfora entre la práctica de alguna actividad (por ejemplo, el cultivo de la tierra, que es la agricultura) con el ‘cultivo’ del espíritu humano, de las facultades intelectuales del individuo. En esta acepción se conserva aún en el lenguaje cotidiano, cuando se identifica cultura con erudición. De esta suerte, una persona "culta" es aquella que posee grandes conocimientos en las más variadas regiones del conocimiento.
La UNESCO, en 1982, declaró
    ...que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden..Aunque muchas de las concepciones sobre cultura en el lenguaje común tienen su otigen en el debate de las ciencias sociales, o bien, existieron primero en el habla cotidiana y luego fueron retomadas por las segundas; aquí se presenta un repaso sobre la construcción histórica del concepto de cultura en las disciplinas sociales. UNESCO, 1982: Declaración de México
[6] En la acepción común, que es la que recoge la Real Academia Española, Bellas Artes serían aquellas artes que tendrían por objeto expresar la belleza  basadas en la unidad, la simetría y la proporción. Los griegos antiguos dividían las artes en superiores y menores, siendo las primeras aquellas que permitían gozar las obras por medio de los sentidos superiores, vista y oído, con los que no hace falta entrar en contacto físico con el objeto observado. Las Bellas Artes eran seis: arquitectura, escultura, pintura, música, declamación y danza. La declamación incluye la poesía y, con la música se incluye el teatro.Esa es la razón por la que el cine es llamado a menudo, hoy, el séptimo Arte. Las artes menores, llamadas ahora Diseño,en cierta forma, según ello, serían las que impresionan a los sentidos menores, gusto, olfato y tacto, con los que es necesario entrar en contacto con el objeto: gastronomía, perfumería y algo que podríamos llamar cariciería, nombre que si bien suena un poco raro, se manifestaría en la sensación experimentada por toda persona en el momento de tocar un objeto con una superficie especialmente agradable. Las bellas artes eran: Música como movimiento organizado de sonidos a través de un espacio de tiempo.Danza como movimientos corporales rítmicos que acompañados generalmente de música sirven como vehículo de comunicación y expresión. Declamación como el arte consistente en el ejercicio de la retórica y la recitación.Pintura como el arte de plasmar sobre una superficie motivos de naturaleza muy diversa, normalmente mediante pigmentos diluidos. Escultura como el arte de crear formas en el espacio, tanto exentas como en relieve. Arquitectura como arte o ciencia de proyectar y construir edificios perdurables en el tiempo que cumplan una función y provoquen placer estético. A pesar de que la palabra arte haya variado su significado numerosísimas veces desde que se asoció a ella la belleza, hoy en día 'Bellas Artes' sigue siendo una expresión muy común. Como ejemplo, ese es el nombre que se le suele dar en muchos países a los estudios superiores en artes plásticas.Real Academia Española,Diccionario de la lengua española.Edición 22,Colombia: Espasa.

[7] Rivera, Jorge B.: El periodismo cultural.pág.10-35.
[8] Rivera, Jorge B: Op. Cit. Pág 10-40
[9] Tubau, Iván: Teoría y práctica del periodismo cultural, ATE, Barcelona, 1982.
[10] Lotman, Juri M. "El texto en el texto" en Criterios: estudios de teoría de la literatura y las artes, estética y culturología. La Habana, Cuba, 1993.
[11] Investigadora búlgara radicada en Francia. En la década del 60 realizó las primeras interpretaciones de la obra de Bajtín, desconocido hasta el momento en Francia.
[12] Ver Mijail Bajtín, teórico ruso contemporáneo de los formalistas. Estética de la creación verbal. Ed. Siglo XXI, México, 1982.
[13] Barei, Silvia: De la escritura y sus fronteras. Alción Editora. Córdoba, 1991.
[14] Teoría traducida y desarrollada por Even Zohar (Tel Aviv, 79) y de investigadores de la escuela de Lovaina, especialmente Lambert y Vlasselers.

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