Ideología y la crítica de arte
Existe otra noción
importante que establece un vínculo entre el discurso y la sociedad, entre el texto de la crítica y el mundo del
arte: la ideología. Raramente estudiada en las maneras como la crítica
construye discurso y como se constituye en herramienta de análisis para entender
el periodismo cultural. Debido a que el campo se ha estudiado aplicado para el
área social y no se interpreta desde las representaciones estéticas.
Entendemos por
ideología, como hace Louis Althusser, un sistema (con su lógica y rigor
propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos, según los
casos), que tiene una existencia y representa un papel histórico en el seno de
una sociedad.
Así definidas, las
ideologías representan cierto número de rasgos que conviene, ante todo, poner
de relieve: aparecen como sistema completos y son, naturalmente, globalizantes,
pretendiendo ofrecer a la sociedad de su pasado, de su presente y de su futuro,
una representación integrada de una visión de mundo.
Las ideologías[1], que tienen por primera función la de dar
seguridad, también son deformantes. La imagen que procuran de la organización
social se construye en un encajonamiento, dentro de una perspectiva, un juego
de luces que tiende a velar ciertas articulaciones proyectando luz en otras.
Resulta de todo ello
que, en una sociedad dada, coexisten varios sistemas de representaciones. Las
ideologías además son estabilizantes, pues la representaciones ideológicas
participan de las características de la rigidez comunes a los sistema de
valores y a las tradiciones.[2]
Para entender en que
consisten las ideologías y como se relacionan con el discurso de la crítica de
arte, debemos de iniciar respondiendo la pregunta básica de sus funciones
culturales o realizaciones. ¿Por qué las instituciones necesitan una línea
ideológica a través de la cual funcionar? ¿ Que hacen las personas con las ideologías?. La respuesta
clásica a esa pregunta es que las ideologías son desarrolladas por grupos de poder para reproducir y legitimar ese status. Una de las
estrategias para realizar esa legitimación es, por ejemplo, presentar la
dominación como impuesta por los centros de poder estético a través de las
relaciones centro y periferia, o persuadir a los grupos receptores de los
textos y argumentaciones para que simplemente de por hecha esa relación
cultural. Un presupuesto tácito en
este análisis es que los grupos persuadidos como los artistas no saben qué es
bueno para ellos: como resultado de la promoción de estos nuevos paradigmas
estéticos, tienen una representación de su propia posición que es inconsistente
con sus mejores intereses, un estado intelectual que no les pertenece pero
adoptan como parte de esa influencia estética. [3] Entonces podríamos decir que la crítica,
además de ser mediadora y dialogiza, también establece niveles de control y
sistemas abusivos del poder cultural.
Aunque esta concepción no es
esencialmente errónea, resulta unilateral y demasiado superficial. Por un lado,
en todo momento debemos preguntarnos: ¿Cómo funciona exactamente esto?. En
segundo lugar, limitar las ideologías a relaciones estéticas de dominación,
sugiere que los grupos influenciados son incautos ideológicos e ignoran que
estos puedan desarrollar sus propias ideologías de resistencia[4]
En este nivel,
las ideologías también establecen vínculos entre el discurso y el arte. En un
sentido, las ideologías son la contraparte cognitiva del poder que posee el
crítico como modelador de la praxis artística y del gusto de algunos públicos.
Como en el caso del conocimiento social, las ideologías supervisan cómo los
usuarios del lenguaje emplean el discurso en tanto miembros de grupos u
organizaciones ( centros culturales, curadores o academias)[5],
y de ese modo también tratan de realizar los intereses sociales y resolver las
dinámicas culturales. Al mismo tiempo, el discurso es necesario para la reproducción
de las ideologías de un grupo. En el caso de los textos de la crítica de las
artes visuales podemos encontrar estos vínculos con el discurso a través de un
estudio de las maneras como estas se comportan en el texto escrito.
Esto no
significa, sin embargo, que la naturaleza de la ideología- o sus relaciones con
el discurso- sean bien comprendidas.
Los enfoques tradicionales marxistas, neomarxistas u otros son principalmente filosóficos,
y tienen poco interés por los estudios detallados acerca del texto crítico u
otras prácticas ideológicas donde prevalecen los juicios como actitud
preponderante, o hacen caso omiso de las dimensiones cognitivas importantes de
la ideología, y si lo aplicamos al texto estético que discursa sobre obras de
arte, podríamos vernos en un asunto más especializado.
Los juicios son
acciones de valoración que los críticos ejercen para validar sus apreciaciones
y por tanto están dentro del sistema de la ideología las cuales funcionan para
resolver el problema de las prácticas de los artistas o del sistema del arte de
determinada cultura. Una vez compartidas, las ideologías del texto del
periodismo cultural estas aseguran
que los miembros de determinada comunidad de artistas o grupos de
lectores o públicos diversos actúen en general de modos similares. Y serán
capaces de cooperar en tareas conjuntas y contribuirán a la cohesión social del
grupo, la solidaridad estética y la reproducción exitosa del grupo cultural que
es favorecido. Es decir las ideologías son gramáticas de las prácticas
culturales específicas de las mediaciones en el sistema de las artes y las que
permiten controlar lo que los propios grupos receptores usualmente consideran
que son postulados estéticos o móviles que deben funcionar para servir sus
intereses. Por lo tanto, modifican la estructura del conocimiento del arte
siendo más fundamentales[6].
La vanguardia
está cargada de aspectos ideológicos, pues cuestiona otros valores de la clase
dominante, o el arte dominante. En este sentido, la crítica contiene esos
valores dominantes de los centros culturales contemporáneos, los cuales tienen
a su disposición una red compleja de intermediaciones. Las ideas dominantes
no son otra cosa que la expresión
ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones dominantes
concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada
clase cultural dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los concursos,
Bienales, los directores de las instituciones, coleccionistas, críticos, los
artistas reconocidos plantean un prestigio que a la postre establece una línea
ideológica de cómo proceder y crear. La creación artística se construye desde
la legitimación de estas instituciones, las cuales facultan un territorio de
valoración máxima dentro de las élites culturales y económicas.
[1]
Partimos del supuesto de que los intereses de quien produce un signo llevan a
una relación motivada entre significante y significado y, por lo tanto, a
signos motivados. Quien produce un signo trata de generar la representación más
apropiada de lo que quiere significar. Por eso el interés del que hace signos está cifrado en los
medios formales de representación y comunicación. La ideología es, pués, un elemento de todos los modos en
cuestión. Vease: Teun Van Dijk, El
discurso como interacción social.
[2]
Duby, Georges, Historia social de las ideologías de la sociedades. En J.Le Goff
y J. L. Flandrin: Orígenes de la familia moderna, Barcelona, Crítica. 1979. Pag
34
[3] Esta influencias estéticas se van a
conformar como escuelas que de una u otra manera han modelado ideológicamente
la historia del arte. Vease el nacimiento de la teoría del arte desde Platón a
Winckelmann de Moshe Barasch.
[4] Las nuevas tendencias artísticas son
naturales dentro de los procesos de evolución estética de una cultura
estableciendo caminos alternativos que permiten la creación de espacios
autónomos con sus niveles de pertinencia en el contexto social y cultural, por
lo tanto, no creemos que el mundo actual pueda avanzarse en ese dirección ni
con planteamientos normativos, ni desde encuadramientos de lucha de clases o
taxonómicos de carácter historicistas, sino que las tendencias establecen un
diálogo con la praxis artística de una forma mucho más compleja.
[5] Teun Van Dijk. El discurso como
interacción social. En Texto y Contexto. Pág 50
[6] Las ideologías y los gustos están
ligados por la orientaciones propias sobre las formas, los procesos y maneras
intelectivas de lograr propuestas artísticas, representando los principios
subyacentes de la cognición institucional y, de ese modo, forma la base del
conocimiento artístico, de las orientaciones y de las nuevas posturas
creativas.
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