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El enunciado en el discurso sobre el arte

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El enunciado

Otra aproximación de las teorías del discurso se abordan desde la enunciación textual para ir hacia la imagen [1].  Cuando las lenguas y los discursos de la crítica de las artes se evidenciaron mutua y activamente, el lenguaje se volvió diferente; su calidad misma cambió: en lugar del arte como sistema, fijo, único y cerrado, apareció el universo de los intermediarios construidos desde los lenguajes múltiples que se reflejan la una en la otra.
Aquí, los discursos como enunciados se asemejan a la teoría de las artes visuales que establecen una reflexión teórica sobre las diferentes prácticas que relacionamos con el concepto de arte basado en un corpus teórico que define, limita y jerarquiza los distintos fenómenos artísticos. Las enunciaciones discursivas en los textos tienen su origen en las reflexiones desde el discurso filosófico-lingüístico hasta los sistemas de conocimientos desarrollados por el taller del artista quien ha definido un serie de conceptos normativos a través de los cuales se han apropiado los sistema lingüísticos-iconográficos como por ejemplo la idea de mimesis de la realidad visual y social, los planteamientos idealistas-formalistas (gestalt),  psicoanalíticos y por último la forma literaria como las teorías del lenguajes y la información que son apropiadas para el establecimiento de un paralelismo con el sistema de las imágenes espaciales y multidisciplinarias.
Los intermediarios del arte intercambian enunciados en los medios de circulación, imprimen emociones y manifiestan actitudes a través de enunciados escritos o visuales. Los enunciados están impregnados de vida social, de vida emotiva, de vida ideológica e incluso de vida puramente local o situacional, pero de vida.  Los sujetos discursivos construyen discursos en situaciones de enunciación concretas de poder, en situaciones ínter subjetivas moldeadas por el género discursivo característico de una práctica enunciativa.
La anatomía del enunciado estaría entonces determinada por las condiciones reales, o supuestas a partir de las cuales el discurso se realiza, es decir, sobre todo por la situación social visual inmediata y la cultura simbólica más amplia; por el hecho de que el discurso procede de alguien y se dirige a alguien a través medios mixtos. El género discursivo es en definitiva la actualización e integración a través del lenguaje en uso de las relaciones sociales existentes entre el locutor, el interlocutor y el enunciado y sus correspondientes tensiones. Desarrollar la competencia discursiva pareciera ser entonces el papel de la enseñanza de la Lengua materna que se extrapola hacia los medios visuales.
La historia de las formas textuales, de los modos de organización discursivos, de la búsqueda de adhesión a través de tipos de argumentos es una historia de relaciones sociales significadas y enunciadas en los discursos que se ha visto plagada de diálogo con el significante visual.
Santos Zunzunegui dice, en su libro Pensar la imagen, que ésta aproximación remite básicamente a los problemas relacionados con la situación comunicativa, jugando la enunciación el papel de acto de mediación que asegura la aparición del discurso-enunciado. La enunciación queda entendida como el lugar donde se ejerce la competencia semiótica.
Según Zunzunegui, la teoría de la enunciación ha sentido la necesidad de distinguir entre el acto de la producción efectiva de cualquier discurso y ese efecto de sentido, consustancial a todo texto, a través del cual el enunciado se convierte en el lugar de instauración del denominado enunciador implícito. En este contexto teórico la estructura lingüística  de la enunciación suele descomponerse en dos instancias: el enunciador y el enunciatario, que no deben confundirse con las que la Teoría de la Información denomina emisor y receptor. La semiótica separa con absoluta nitidez los sujetos empíricos (emisor-receptor) de los propiamente textuales (enunciador-enunciatario) quienes no se refieren a la instancia efectivamente productora de la ocurrencia textual sino al simulacro de la presencia del enunciador que se genera a partir del intento de retorno a la enunciación que toma como rampa la situación de narración.
De la misma manera, el texto lingüístico de la crítica se construye a partir del texto implícito en la obra plástica. Ese paralelismo nos hace ubicarnos más en el espacio del lenguaje verbal pero con sus tentáculos en el texto visual de la obra.
Cabe destacar la importancia del concepto de legitimación y e  ideología en la composición discursiva de la crítica de las artes plásticas.   La historia de las formas textuales ideológicas, de los modos de organización discursivos sobre los objetos artísticos, se hacen evidente en la búsqueda de la adhesión a través de tipos de argumentos  como  una historia de relaciones sociales significadas y contenidas en los discursos espaciales y temporales.
Vista de este modo, esta relación entre la teoría de la enunciación que se desarrolla a partir de Benveniste y el rasgo de linealidad que reconoce Saussure como propio de la lengua, así como el pensar la enunciación con la mirada sincrónica  (ya que es en un momento, el movimiento diacrónico la hace desaparecer), se muestran como elementos que tienen que ver con una visión de su teoría de raíces estructuralistas. 
Dijimos que en la relación enunciación – enunciado, cuyo primer exponente es Benveniste, de raíces estructuralistas, se parte del último para llegar al primero. Una dirección opuesta encontramos en M. Foucault, cuya Arqueología del saber  es más o menos simultánea a la obra de E. Benveniste. El enunciado supone la enunciación, momento singular que, sometido a las fuerzas del azar y la necesidad, ha llegado hasta nosotros, mientras que otros desaparecieron, pero eso no importa ni siquiera quién es el sujeto. Hay un pasaje donde Foucault parece referirse a ese momento fugaz, evanescente, inasible de la enunciación, cuando dice que considera errónea la idea de que las palabras son viento, un cuchicheo exterior, un rumor de alas que cuesta trabajo escuchar en medio de la seriedad de la historia[2].  En cambio, nos dirá, importa el enunciado en sí mismo, que adquiere entonces un papel central en su teoría, al cual considera no ya una mera ‘huella’ sino una materialidad con un determinado estatuto en el tiempo ‘hoy’.
De ahí su relación con los discursos de la crítica de las artes plásticas por su carácter transitorio y actualizado.  Así la enunciación de este tipo de textos tiene que ver con su respuesta al por qué del estudio del discurso: el objetivo no es la interpretación sino la experimentación. Es necesario para entender el concepto de enunciado ver qué se entiende en Foucault por experimentar. El enunciado sería una unidad del discurso, a su vez parte de los saberes o formaciones discursivas. En este concepto, el enunciado interesa porque permite construir esas  formaciones históricas, y éstas importan porque señalan el lugar de donde hemos salido.  En su larga producción aparecen analizados las formaciones discursivas, los saberes, los dispositivos de poder que permitían el surgimiento de esos saberes transformados en discursos y enunciados materiales, con el propósito de investigar alrededor de qué ‘estados mixtos de poder-saber’ se mueve y dice la sociedad sus discursos.
De ahí que construir el corpus de los enunciados no se acaba en lo verbal sino que intenta aproximarse a visualizar los focos de poder alrededor de los cuales se constituyen los enunciados. Los ‘saberes’ aparecen dados, como equivalentes a conjuntos de enunciados. En este contexto se relaciona ‘experimentar’ con el acto de pensar, con el concepto de ‘práctica’, o de ‘subjetivación’ o constitución del sujeto, lo cual no coincide solo con el concepto de sujeto de la enunciación –que implica es cierto en alguna medida, aunque sea mínimamente gramatical, el ser ‘agente’ o ‘actor’-, sino que se es sujeto en el acto de pensar y justamente de  ‘plantarse’, de erguirse frente a los saberes.
La pretensión de interpretar implica la suposición –que considera ‘arbitraria’- de la existencia de un ‘contenido’ que puede ser traducible de acuerdo con ciertas ‘reglas’ de interpretación”, con cuya aplicación se pretende resolver una discrepancia entre el significado (evidente) del texto y las exigencias de (posteriores) lectores. El intérprete, dice, sin llegar a suprimir o re-escribir el texto, lo altera, pero no puede admitir que es eso lo que hace, pretende no hacer otra cosa que tornarlo inteligible, descubriéndonos su ‘verdadero’ significado. Cuando abordamos esta teoría y la extrapolamos con las teorías periodísticas de los procesos receptivos nos encontramos con un panorama particular, el intérprete como lector no asume el significado sino a través del hecho noticioso[3], o la columna periodística.
En La arqueología del saber el rechazo a  la interpretación también es explícito. Esta actitud va junto a restar importancia al momento de la enunciación y a rescatar en cambio la importancia del enunciado, que se fundamenta sobre todo en su materialidad. Esta es la condición que destaca del discurso, su condición de constituir una  positividad, una materialidad, condición que comparte con los enunciados que lo componen o constituyen. Estos no consisten por lo tanto para Foucault en la huella que remite al momento de la enunciación, acto individual producido, formulado por un ‘sujeto’ en circunstancias únicas, sino que cobran importancia en sí mismo. Define al enunciado como elemento último, que no se puede descomponer, que puede ser aislado y entrar en juego de relaciones con otros, algo así como ‘el átomo’, dice, la mínima unidad del discurso.  El enunciado al ser la mínima unidad del discurso cuando se aplica a la crítica de arte, se entiende como los elementos que la hacen enunciación. Con la idea de experimentar también va unida la de considerar a los discursos no documentos sino monumentos del saber. El documento se relaciona con ´prueba´, ´testimonio´; el monumento con hacer presente, memoria´. reconocer el discurso o enunciado como una función de coexistencia, dentro de la que se puede reconocer no obstante la autonomía de estructuras del lenguaje; por eso que hay que encarar lo complejo en cuanto tal, porque “lo más complejo sobre determina lo más simple, la discursividad social sobre limita los intercambios de palabra entre los actores sociales”.
El recorrido del texto de M. Foucault en el que se da fundamentalmente su pensamiento sobre el discurso en la Arqueología del saber, nos permitió establecer un diálogo con otros autores habituales en los estudios del discurso de impronta lingüística, en el que pudimos trazar vinculaciones con diferentes miradas respecto a dos conceptos básicos de la teoría del discurso: los de enunciación y enunciado, y las relaciones que se establecen entre ambos. Esto en principio ayuda a una comprensión de los conceptos que habitualmente utilizamos, pero además y fundamentalmente permite ampliar la perspectiva del discurso desde una mirada interdisciplinaria. Tal vez esto sirva para tener un mejor diálogo con otras disciplinas y también en el interior de la misma lingüística.
La atribución, negativa o positiva, de los rasgos de materialidad,  singularidad y repetibilidad, en los conceptos tratados, concurren a una mejor comprensión de los mismos al tiempo que permiten ver su relevancia para los estudios sociales. Podemos decir, tal vez simplificando mucho, que el enunciado es material, la enunciación por definición pierde su materialidad en cuanto es; el enunciado es repetible, la enunciación no lo es por definición, cada intento de repetirla produce en realidad una nueva enunciación; el enunciado es social, la enunciación es individual, el enunciado es poder.


[1] Greimas, A.J y Courtes. Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje. Madrid, Gredos.pág 130.
[2] Foucault. Ibid.
[3] El lenguaje de las noticias es lineal y desarrolla una información de una única dimensión, a la que se agregan datos, ilustraciones, citas y comentarios. Su estructura parece presentar una forma que facilitaría una comprobación sencilla de su veracidad o falsedad. La noticia cultural se diferencia de la crítica por su carácter constatativo (aseverativo y susceptible de que su verdad o falsedad sea demostrada) y no interpretativo como el texto crítico, el cual da pie a la neutralidad y la posición ideológica. MacQuail, Denis, Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Pag 274

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